Tecnología
Equipo Editorial
Publicado el 26/03/2024
Demasiado se ha hablado sobre el supuesto impacto negativo que los videojuegos –especialmente los más violentos– tienen sobre las pobres mentes impresionables e inmaduras de los pequeños (¿alguien puede pensar en los niños?).
Al mismo tiempo, montones de evidencia científica –sí, de esa obtenida en laboratorios– ha demostrado una y otra vez que los videojuegos pueden ser benéficos para la salud física, ayudando a desarrollar o restaurar las capacidades motoras, por ejemplo, de un paciente que se recupera de cirugía o una lesión grave.
Pero no estamos aquí por eso. Hoy, en conmemoración del día mundial del videojuego (el 29 de agosto), decidimos ocupar este ínfimo espacio en la red para contar algunas historias sobre cómo esos conjuntos de 1s y 0s; de píxeles y código; de bits y bots han trascendido su rol como una fuente de entretenimiento multimedia para convertirse en un espacio seguro; en un amigo; en un paño de lágrimas; en un reconfortante recoveco de paz y tranquilidad. Hoy hablaremos sobre cómo los videojuegos han salvado/cambiado la vida de los jugadores, especialmente aquellos lidiando con traumas, depresión, ansiedad, estrés o cualquier otra afección física o emocional, sobre todo en momentos donde ni todos los cachorros terapéuticos pueden mellar los sentimientos de tristeza, soledad o desesperación.
Testimoniales existen millones. Sólo basta con dar un vistazo rápido a sitios como Tumblr o Redditt para descubrir y apreciar todas las formas en las que un “simple” videojuego ha ayudado y acompañado a algún internauta a salir de una situación complicada en la vida, el trabajo, con la familia o dentro de una relación sentimental.
“En retrospectiva, estoy seguro y convencido de por qué Fallout 3 me sacó de mi depresión. No fue que me haya ayudado a escapar de mis problemas, aunque sí le doy cierto crédito por eso – sino porque el juego me hizo sentir que yo tenía valor”. – Jett
“Si no fuera por Sony, PlayStation, Square Soft, […] Tetsuya Nomura, y todos los desarrolladores de videojuegos, odio pensar en dónde estaría actualmente”. – Kyle Durant
“Los videojuegos ayudaron a distraer mi mente del cáncer y del dolor, mientras peleaba contra hordas interminables de monstruos “Covenant” y “Flood”. Superé mis problemas de salud con un rifle en una mano y un martillo de gravedad en la otra”. – Ken Berthelette
“Cuando terminé el juego, comencé a llorar […] porque me di cuenta que tenía que hacer algo para terminar la espiral mortal en la que se encontraba mi matrimonio. Ya no podía simplemente aceptar mi destino de manera pasiva. Si Yuna— podía evitar y rechazar ese camino de destrucción, no había razón para que yo no hiciera lo mismo”. – Joan
En mis 30+ años como “gamer” sin duda he pasado por varios lapsos en donde los videojuegos han estado ahí para ayudarme, reconfortarme y sacarme de un bajón emocional. Esto es particularmente cierto cuando logras relacionarte con un personaje a nivel emocional, o cuando la misma narrativa describe perfectamente por lo que estás pasando. Títulos como Actual Sunlight, Celeste, Limbo, Thomas was Alone o Life is Strange, por mencionar algunos, me han permitido explorar y, hasta cierto punto, jugar con sentimientos reprimidos o miedos intangibles que son más fáciles de identificar y resolver cuando se ven plasmados en una pantalla y se tiene absoluto control sobre lo que sucede, sin temor a “fallar”, o al menos no del mismo modo como se falla en la vida.
En un videojuego se puede volver a empezar, lo cual es liberador. En el mundo real cualquier error es permanente y en ocasiones ese miedo a equivocarse, a tomar una mala decisión, provoca un terror absoluto, paralizante, que lleva a la ansiedad, a la inseguridad, a la baja autoestima y a una espiral descendente sin control ni final. En un juego se puede pausar el mundo; se puede corregir el pasado; se puede analizar el futuro sin consecuencias.
Por otro lado, los videojuegos han sido la base sobre la que se construyó mi relación con aquellos amigos que me ayudaron a sobrevivir esos duros años escolares plagados de bulllying, inseguridad y malestar. Valía la pena soportar una semana de abuso físico y verbal en el salón de clases, sabiendo que el viernes por la tarde podría bajar todo ese dolor con refrescos, frituras y Mario Kart.
Los videojuegos tienen el poder de construir puentes y acercar a las personas, tal como sucedió durante la pandemia por COVID-19, donde incluso la Organización Mundial de la Salud hizo un llamado a que los ciudadanos del mundo encontraran en los videojuegos un modo de mantenerse “conectados” con amigos y seres queridos sin salir de casa; también nos permiten cerrarle la puerta al mundo exterior y a toda la ira y sufrimiento que trae consigo.
“Escaparse” a un mundo virtual no tiene por qué ser algo negativo. Buscar asilo en un espacio digital donde lo único que puede dañarnos es un Goomba es, en ocasiones, lo que necesitamos para recobrar fuerzas y nuestra confianza. Especialmente cuando al final de ese desafío que parece insuperable recibimos a cambio un mensaje que nos felicita y nos recuerda que somos ganadores y que valemos la pena.
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Por Equipo Editorial | 08/09/2024
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